lunes, 2 de julio de 2007

IWC PILOT EDICION ESPECIAL ANTOINE SAINT EXUPÉRY

Antoine de Saint-Exupéry, el autor de EL PRINCIPITO, fue un aviador y literato francés que sólo vivió escasos 44 años. Nació en Lyon, en 1900 y falleció en 1944.

En realidad, nunca se supo que ocurrió con él. Saint-Exupéry desapareció para siempre en una misión de reconocimiento, cuando sobrevolaba la Francia ocupada por los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Saint-Exupéry comenzó escribiendo en prosa lírica vivencias de carácter novelesco y, posteriormente, continuó con diarios, informes y cartas.

Sus textos son consecuencia de reflexiones profundas de índole humanista y de crítica a la cultura. Entre sus novelas sobresalen VUELO NOCTURNO y EL CORREO DEL SUR. Como diario dio vida a PILOTO DE GUERRA.

Pero su obra más famosa y por la que ha trascendido es EL PRINCIPITO, un cuento largo que en formato de libro ha batido récords de venta en el mundo y en todos los idiomas desde 1943, año en que se publicó por primera vez en francés.


EL PRINCIPITO es su obra culmine. En sus páginas se evocan -de manera sencilla y clara- los valores más arraigados y esenciales
del humanismo, donde quedan de manifiesto la solidaridad, bondad, entereza, tenacidad, compañerismo y entusiasmo por el conocimiento.

El libro es un símbolo de búsqueda permanente del hombre, de aquellos principios que enriquecen el espíritu y que traen paz infinita al alma.


Sé que en algún lugar del mundo, existe una rosa única, distinta de todas las demás rosas, una cuya delicadeza, candor e inocencia, harán despertar de su letargo a mi alma, mi corazón y mis riñones.

A esa rosa, donde quiera que esté, dedico este trabajo, con la esperanza de hallarla algún día, o de dejarme hallar por ella.
Existe... rodeada de amapolas multicolores, filtrando todo lo bello a través de sus ojos aperlados, cristalinos y absolutamente hermosos..



VIVÍ ASÍ, solo, sin nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días.

La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía:

- ¡Por favor... píntame un reloj!

-¿Eh?

-¡Píntame un reloj!

Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario hombrecito que me miraba gravemente.

Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo.

Pero no es mía la culpa. Las personas grandes me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas.




Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de toda región habitada. Y ahora bien, el hombrecito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo.

Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije:

- Pero… ¿qué haces tú por aquí?

Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante:

-¡Por favor… píntame un reloj!

Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al hombrecito (con un poco de mal humor), que no sabía dibujar.

- No importa - me respondió-, píntame un reloj!

Como jamás había dibujado un reloj, rehice para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito:

- ¡No!, !No! Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi casa es todo muy pequeño. Necesito un reloj. Píntame un reloj.

Entonces dibujé un reloj. El hombrecito lo miró atentamente y dijo:





-¡No! Este reloj es muy feo y ademas es para la mesita de noche, mi casa es muy pequeña y no me cabe. Haz otro.

Volví a dibujar.




Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.

-¿Ves? Esto no es un reloj, es solo el dial, no ves que le falta todo?

Rehice nuevamente mi dibujo, pensando que al estar en el desierto…: fue rechazado igual que los anteriores.



-Este es de arena y aquí hay mucha, además hay que estar todo el día moviéndolo, Quiero un reloj que marque bien el tiempo.

Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garabateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué:



-Esta es la caja. El reloj que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:

-¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mover mucho este reloj?

-¿Por qué?

-Porque en mi casa es todo tan pequeño…

-Alcanzará seguramente. Te he dibujado un reloj bien pequeño.

Se inclinó hacia el dibujo y exclamó:

-¡Bueno, no tan pequeño…! !Mira! Es precioso…

Y así fue como conocí al Principito.

NECESITÉ MUCHO TIEMPO comprender de dónde venía. El Principito, que me hacía muchas preguntas, jamás parecía oír las mías. Fueron palabras pronunciadas al azar, las que poco a poco me revelaron todo. Así, cuando distinguió por vez primera mi avión (no dibujaré mi avión, por tratarse de un dibujo demasiado complicado para mí) me preguntó:

-¿Qué cosa es esa?

-Eso no es una cosa. Eso vuela. Es un avión. Es mi avión.

Me sentía orgulloso al decirle que volaba. El entonces gritó:

-¡Cómo! ¿Has caído del cielo?

-Sí -le dije modestamente

-¡Ah! !Que gracioso!

Y el principito lanzó una graciosa carcajada que me irritó mucho. Me gusta que mis desgracias se tomen en serio. Y añadió:

-Te gustaría ver el reloj que me pintaste el otro día?

- Pues claro que sí





- Vaya preciosidad, eso es lo que yo pinté?

- Pues si, esto fué



- Pues tiene un color muy bonito y esas tres esferitas que tiene dentro son muy bonitas



- Y como funciona?

¿No eres tu el mecánico al que se le averiado el avión? Ahora he de ser yo un pequeño príncipe el que tenga que decirte las características del reloj? Bueno vamos allá, presta mucha atención porque solo te las diré una vez


Tiene cristal de zafiro con un muy ligero antireflejos
La caja es de acero 316L al igual que el brazalete o armis
El diámetro de la caja es de 42 mm. y la altura 14,7 mm.
Es antimagnético


Mira para que decirte nada más, te lo enseño todo y los ves tu mejor, no te parece?

Pues si, será lo mejor






Y ahora una sorpresa que te tenía guardada, los principes siempre nos guardamos algo, este reloj, está dedicado a ti.

¿Cómo?

Mira la parte trasera y te convencerás




Y para final, quieres ver como se ve de noche? Porque es espectacular

Claro que sí, no me atormentes más

Aquí lo tienes



-¿Sabes?... Cuando uno está verdaderamente triste son agradables las puestas de sol.

-¿Estabas, pues, verdaderamente triste el dia de las cuarenta y tres veces?

El principito no respondió.

Muchas gracias por haber llegado hasta aquí, espero que la historia haya sido de tu agrado

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que soy una de las pocas personas que no se han leido el principito, pero al leer esto, me han entrado unas ganas increibles... Preciosa historia, me ha encantadoo!!

Anónimo dijo...

Qué decirte? ..que cuando llegué a la dedicatoria tenía los ojos húmedos y el corazón arrugadito..qué dulce interpretación has hecho. Como un objeto metálico, frío, sin vida, puede llegar a conmoverte de esta manera, simplemente por unir tus maravillosas imágenes con la voz inmortal de El Principito.